Autor: Carlos Barberi
El Aparato Funcional: …El Método Científico de la Ortopedia Maxilar
Concentrarse en la metodología no resolverá los problemas con los que a diario tropiezas. Solo te ayudará a saber en qué consisten
…Piensa el método
“Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la Ciencia y la Tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una formula segura para el desastre”.
-Carl Sagan.
Resumen
El presente monográfico es una denuncia. Está escrito bajo una “nociva” postura monista (absolutista radical), equivalente a como lo están —al otro lado en la misma discusión— algunos autores que centran su interés en explicar la sustentación o metodología clínica, como manera única de tratamiento, sin dar importancia al método con el cual finalmente se corregirán las alteraciones esquelético-dentales.
Solo buscando contrariar tal postura, este trabajo pretende mostrar como “lo único importante” en un tratamiento clínico ortopédico-ortodóncico: el aparato. Tal vez de esta manera el operador de aparatos removibles prestará atención a estos; entenderá su importancia y de repente logre verlos como algo esencial que contraría su formación monista pragmática, y es necesario razonar. Entenderá así la necesidad de una formación dualista, y consciente de ello buscará alcanzar su formación integral: —Pluralista—. …Una visión multidisciplinaria que redunde en beneficio de su praxis y aporte la anhelada Evidencia Clínica. ¡Para aplaudir se hacen necesarias dos manos! ¡Y mucho mejor si se hace en grupo! Se evidencia pues que el documento no pretende ser dueño de verdades absolutas. Es solo una narración sofista (dinamicista) que pretende llamar la atención acerca de —uno solo— de los tantos elementos que deben estar bajo el dominio clínico: «El Método Científico», el elemento que ofrece el carácter científico a esta disciplina. ¡Eureka! ¡Hoy el aparato es el protagonista! Al fin y al cabo, ha sido siempre el procedimiento final para lograr los objetivos clínicos. Su perfecta construcción y su ideal manejo, son los únicos responsables del éxito —o del fracaso— clínico. Es el aparato el método científico, la manera como la física (la madre de las ciencias) acude a servir a esta disciplina odontológica (OFM) que «vista bajo la óptica físico-mecánica podría ser considerada ciencia». Veámoslo.
En este estudio me niego, con todo respeto a aceptar las proposiciones baladíes de algunos profesores o conferencistas que aseguran en sus conferencias que «el aparato no es importante». Aseguran ellos que lo único importante, a la hora de un tratamiento clínico maxilofacial, es el amplio conocimiento en diagnóstico y fisiología que haya adquirido un clínico. Que sólo con ese parcial saber es posible alcanzar el éxito clínico ortopédico. Poco ha faltado para que —alguien— asegure ya que las estructuras esquelético-dentales reconocen —en el cerebro del operador de aparatos— su amplia formación académica, y no importa qué tipo de aparato él use: el aparato reconocerá siempre, que quien lo formuló sabe demasiado y por tal razón deberá éste, inventar un trabajo ideal. ¡Una especie de efecto placebo!
Sí. Obviamente que la sustentación clínica es vital en el odontólogo; sin ella un profesional no deberá ejercer. Pero también es cierto que con ella y sin aparatos perfectamente concebidos y construidos se hace imposible el resultado clínico exitoso malográndose así la buena formación académico-biológica del profesional. Acaso ¿habrá en aquellos discursos protagónicos del conferencista un escondrijo de su capacidad operativa? De repente, ¿intereses particulares por un misticismo “científico” que sustente su prestigio? La odontología no es ciencia. El aparato sí. Su función se asienta en la física y su implícita mecánica. José Ortega y Gasset escribió (Misión de la Universidad; Editorial Alianza. Capítulo Cultura y Ciencia. Pág. 61, Madrid 1957): “La medicina no es ciencia, es una profesión, una actividad práctica diferente a ciencia. Es, estrictamente hablando, una disciplina perteneciente a la biología. Su función se asienta en enfermedad salud, se propone curar o mantener la salud en la especie humana”.
Igual ocurre con la odontología. Para ello debe echar mano de cuanto le aparezca útil, científico o no. Frecuentemente, deberá entrar en la ciencia y tomar de ella cuanto considere eficaz para sus propósitos. La medicina y la odontología existen para aportar soluciones vitales, si son científicas mejor, pero no es estrictamente necesario que lo sean. La ciencia, al entrar en la odontología tiene que desarticularse como tal; debe organizarse según otro centro o principio, quizás tecnológico-profesional: biotecnológico. ¿Tecno-científico?
El aparato es el método clínico, el método sinérgico,…el método científico. Habita en él la física y su capítulo «Aceleración»: el estudio de vectores y derivadas. Un importante juego de vectores y derivadas extremadamente complejo, difícil de concatenar o descomponer, es ello la materia prima de cualquier estímulo. Investigaciones rigurosas de clínicos conspicuos han elevado los aparatos a una exactitud matemática que debe respetarse al momento de su construcción (y, por qué no, mediante magnas investigaciones evolucionarse a razón de muestras significativas). No simplemente alterarse «a juicio» del técnico, o, «a gusto» del clínico.
Pero la cuestión de cómo el aparato se convierte en método no es algo que pueda asegurarse de manera fácil. Tiene que demostrarse. El problema para la delimitación y contenidos exactos del método científico provienen básicamente de una vaga exégesis de «método» y de «ciencia». Cuestión de nombres. El concepto «método científico» tiene, en el cerebro del clínico cotidiano, una significación encumbradísima. Para él, se hace inconcebible que un simple aparato —esa herramienta banal construida por su técnico— pueda tener algo de científico. Recordemos que aunque día a día el aparato es modificado y “reinventado” por el clínico y su técnico, no fue concebido por la técnica; lo ideó la ciencia (la aceleración), es por ello científico (que tiene ciencia, nada más). La técnica (tecné) solo lo construye a razón de simple pero excepcional destreza y arte. Por otro lado, el concepto «método» tampoco debe elevarse en su interpretación. Es solo el «modo de hacer» las cosas. Así pues, método científico, es el modo de hacer las cosas con ciencia. Es, para nuestra discusión, ese «algo» que puede argüir el carácter científico de una disciplina. ¿Quién podría objetar que el Trainer®, vendido directamente al paciente en la farmacia de la esquina, es un método concebido por la ciencia —científico— para ejercitar la musculatura y producir cambios de forma y función en los maxilares que adolecen de subdesarrollo? Corrige —el Trainer®— desde su concepción científica sin que exista la presencia de algún clínico.
Se vislumbra, pues, que el motivo es, nuevamente, cuestión de nombres. Lo que hoy llamamos «método científico» no es ya más una larga lista de recetas para dar con las respuestas correctas a las preguntas científicas. Es, en pocas palabras, el conjunto de procedimientos mediante los cuales se ponen a prueba las hipótesis de una disciplina o ciencia. No obstante la definición de lo que es método científico, varía mucho según las escuelas. Veamos qué argumentan los altos mandos de la investigación en torno a qué es este.
Por método científico se entiende hoy el mecanismo que utiliza la ciencia al momento de proceder a exponer o confirmar sus teorías. Las teorías científicas destinadas a explicar los fenómenos observados deben apoyarse en experimentos que certifiquen su validez, que demuestren su evidencia. Así fueron estableciéndose cada uno de los aparatos existentes; de uso en uso, se hicieron método,…repetible,…científico. El pilar básico del método científico es su reproducibilidad; la propiedad que tiene un determinado experimento de repetirse de manera similar…Como se hace con los aparatos. El método científico es la “comprobación de la hipótesis por experimentación y demostración”. Definición que sigue correspondiendo a una visión filosófica denominada positivismo. Para esta los únicos enunciados valederos son aquellos que pueden ser corroborados por los hechos. “Los enunciados de la ciencia son verdaderos o falsos y han de ser filtrados por medio del método científico”.
Para otros autores el método científico es más simple todavía; solo alude a la investigación hipotética —puesta en letras— sobre el papel: —teórica— (nacida de la mera observación) no la verificación material de ella. Algo así como, los materiales para la construcción del edificio, puestos en el lugar de la obra, acompañados tal vez de un plano arquitectónico (en nuestro caso, los exámenes de gabinete o ayudas diagnosticas). Quizás, para nuestra discusión olvidamos que en el aparato están materializadas, paulatinas investigaciones clínico-científicas. Es él la trayectoria evolutiva de la investigación. Una especie de solidificación del conocimiento. En él reposan el cómo se originan las alteraciones dentales y esqueléticas, “sabe” así cómo re-direccionar las estructuras a un equilibrio autónomo que logre una normo-relación oclusal, estable en sí misma: «Engranaje-Engrama». Consecutivas investigaciones le enseñaron cómo se alteraron la forma y su función. Fue concebido —por la investigación— para contraponer tal desequilibrio. El aparato es «un positivo», tomado del «negativo» diagnóstico. Es él, el único responsable de decodificar una alteración oclusal.
A esta altura del documento se me hace pertinente una aclaración. No solo para que tengamos en cuenta su variada significación, sino también, para que no lo tomemos a la ligera, como si se tratase de un asunto de mera expresión lingüística: Método y Metodología son dos conceptos diferentes. Ocasionalmente se usan —creando confusión— indistintamente los términos, método, metodología y metódica. El vocablo «método» proviene de las raíces griegas meth, que significa meta, y odos, que significa vía. Es la vía para llegar a la meta. Es el procedimiento final para lograr los objetivos. «Metodología», en cambio, es el estudio del método; el estudio de los métodos que se siguen en una investigación científica o doctrinal. Es el logos de los métodos de una disciplina o ciencia; —Metaciencia—. «Metódica» es un procedimiento hecho con métodos, que usa el método para lograr sus objetivos.
Apoyados en la anterior explicación, la ortopedia maxilar es una disciplina con presunción de ciencia que estudia, investiga —y evoluciona— la metodología clínica: el porqué ocurren las alteraciones esquelético-dentales, y el porqué sí pueden ser restablecidas. Lo logra mediante la aplicación de métodos —el cómo— que buscan revertir lo que se considera procesos de desarrollo alterados o parafisiológicos. Es así, una disciplina metódica, cuyo contenido «físico-mecánico» de sus métodos puede proveerle un carácter científico.
Los aparatos y la manera como se manejan son el método clínico-científico. Su responsabilidad reside en generar vectores y derivadas. Esto es, estímulos recipro-direccionales que, finalmente, producirán resultados. Cambiarán forma y función. La sustentación clínica del aparato es la metodología (diagnóstico, histología, fisiología, crecimiento y desarrollo…). La responsabilidad de ella es —mediante la investigación y su trayectoria evolutiva— demostrar la evidencia clínica. Ambos —método y metodología— constituyen la cientificidad biofísica. El sentido vital de las ciencias humanas: Saber para Prever, Prever para Actuar, el plan de trabajo que confrontará al diagnóstico. El aparato (activador, placa, terapéutica) es el método finito mediante el cual se obtendrá el resultado clínico. Su construcción y su manejo son determinantes en ello. Son ambos, los aportes de la ciencia a una especialidad clínico-odontológica llamada ortopedia maxilar; de repente, La Ciencia Del Equilibrio Corporal Humano (cuerpo erguido-músculo-oclusión).
¿Puede denominarse científica aquella actividad orientada al conocimiento que emplea el método científico? En una disciplina, el ánimo de conocimiento obliga a investigar; la investigación lleva al método científico y éste es igual a conocimiento científico. En consecuencia, sí en una disciplina existe un método —de la ciencia— que lleve a la investigación, esta conseguiría llamarse ciencia. (Investigación científica + método científico = conocimiento científico = Ciencia). Pese a ello, casi podría decirse que —comúnmente— se denominan disciplinas científicas aquellas cuyos representantes se autodenominan científicos en auto-diferenciación frente a los representantes de otros tipos de saber como el de la filosofía por ejemplo.
Y, desde una perspectiva absolutamente idealista, el modelo de cualquier tipo de conocimiento es el conocimiento científico. Al punto que si esta posición se lleva a su extremo, puede llegarse incluso a negar que haya otra forma real de conocimiento que no sea el científico, mucho menos podría considerarse otras formas de conocimiento como «más perfectas» que el conocimiento científico pues la idea de «perfección» no tiene mucho sentido aplicada al conocimiento, salvo para declarar que éste, es aún perfectible.
No obstante, para que un trozo de conocimiento merezca ser llamado «científico», no basta —ni siquiera es necesario— que sea verdadero. Más bien debemos razonar cómo hemos llegado a saber —o a presumir— que el enunciado en cuestión es verdadero. Se debe estar en condición de analizar las operaciones, empírico-racionales, por las cuales una teoría es verificable de una manera objetiva. Ahora, quienes no deseen que se exija la verdad acerca de un conocimiento, deben abstenerse de llamar científicas a sus propias creencias, aun cuando lleven bonitos nombres, compuestos a veces por raíces griegas. Pero en odontología, pocos autores hacen énfasis en la importancia de la técnica, la tecnología, la biotecnología, …La Ciencia. Y la palabra «científico» proviene de ciencia; esta del latín scientia conocimiento, es el proceso de adquisición y refinado del conocimiento empírico. Es la organización de un conocimiento específico. …Si en la odontología se aceptara la importancia de la ciencia; como dice Guillermo Mayoral en el prefacio de su obra, Ficción y Realidad en Ortodoncia (Ed. Aguiram. Barcelona, 1994; pág. VII), no estaríamos aún discutiendo: hemos desarrollado una larga tradición de habladurías científicas. […] Una visión parroquial de ciencia. […] De empirismos practicones. […] Hemos de aceptar que nuestros tratamientos son controversiales y se hace necesario un diálogo erudito. ...Científico per se.
El prefacio de Mayoral dice así:
(Lysle E. Johnston, Jr., y Robert W. Browne. The University of Michigan)
Sí se creyera verdaderamente en la importancia de la ciencia, no estaríamos aún discutiendo; 60 años después de la introducción de la técnica cefalométrica, cuestiones relativamente triviales como si se pueden o no, mover distalmente los molares o intruir los incisivos inferiores. Es más, por mucho que pretendamos que fuera de otra manera, el respeto por el escepticismo y el método científico se contempla con inusitada frecuencia como instrucciones irreales, quijotescas y descorteses en el ordenado fluir del comercio odontológico. El infortunado desenlace de este enfoque "practicante" del ejercicio clínico es que estamos intelectualmente indefensos ante las diversas controversias que se han ido acumulando año tras año y que han llegado ahora a dominar la especialidad: ¿Los aparatos funcionales hacen crecer la mandíbula? ¿La extracción de bicúspides causa disfunción craneomandibular? ¿La expansión dentaria puede ser estable? ¿Tiene la terapia respiratoria un lugar en la práctica ortodóncica contemporánea? La lista es infinita, y la resolución de cada uno de estos temas en discusión sería muy significativa tanto para la ortodoncia como para la salud pública.
- Técnica, tecnología, biotecnología (… ¿TECNOCIENCIA?)
No obstante, la sola técnica no es suficiente para la construcción de ningún aparato capaz de conquistar una alteración esquelética —o dental—. Etimológicamente, «técnica», es la capacidad de construir —con arte— sin que para ello sea menester saber lo que finalmente alcanzará lo que se ha construido, para muchos, es solo un oficio. La técnica no es de uso privativo de los seres humanos racionales, en los animales también está presente —de manera innata— es característica de cada especie animal pues responde a una necesidad de supervivencia. Así pues, técnica es la «tecno-logía» sin «logos». Es solo la capacidad adquirida —formable— de realizar un proceso repetidas veces mejorándolo hasta automatizarlo, es el arte de la producción. Para entenderlo veamos un ejemplo: el hombre prehistórico sabía producir fuego mediante la técnica de frotar palos, pero no sabía por qué razón brotaba la llama. No tenía idea de los motivos de ese resultado; es decir, obtenía un éxito ciego. Igual sucede hoy con muchas técnicas médicas que no excavan su razón, no buscan su «logos». Así las cosas, se hace conveniente hoy establecer la diferencia entre «técnica» y «tecnología» pues en odontología, ambos términos se usan indistintamente.
La «tecnología» va más allá de la técnica, escudriña sus razones. Es el estudio de los conocimientos incorporados en cada objeto y sus procesos constructivos, es el profundo estudio de la técnica. Es la ciencia de cómo hacer las cosas, puede definirse como la aplicación sistemática del conocimiento científico a las actividades productivas. Así, la técnica, la destreza, la habilidad, la pericia..., se transforman en tecnología cuando su estudio les aproxima a la ciencia; es decir, al campo de los conocimientos fundamentales de ¿para qué esa técnica? A pesar de ello algunos autores no hacen aún distinción entre técnica y tecnología, y usan uno y otro vocablo como simples grados de un mismo género de conocimientos. Finalmente, la diferenciación de ambos conceptos la establecerá la visión científica del profesional.
Pero la elaboración de cualquier tipo de aparatología removible (o fija) no cabe por entero ni siquiera en el gran concepto «tecnología». Está más allá de lo «técnico» y lo «tecnológico». Es un proceso en el cual ya se hace presente lo biológico (científico). Consiste en inventar un juego de vectores y derivadas qué al contacto con estructuras vitales, se convierta en los estímulos que deberán buscar revertir una alteración oclusal. Es, entonces, el proceso de fabricación de aparatologías, la práctica de una técnica de suma precisión que no debe dejar de elevarse a lo tecnológico: debe estudiarse cada caso. Una vez construida la aparatología, se comportará —en boca— como una sucesión de estímulos a organizaciones vivas de respuestas generalmente diferentes, algunas sin descubrirse. Es ello un protocolo complejo. En consecuencia, la construcción de aparatos es una «tecnología biológica»; una Bio-Tecno-Logía: «la Técnica y su Logos sometidos por el Bios», lo que bien puede hoy denominarse Tecnociencia.
Y es que para la realización de tal oficio se hace menester un profundo conocimiento de los tres campos del saber que comprende cualquier BIO-tecno-logía., donde la técnica —que ironía afirmarlo— es la menos importante de estos conocimientos. De repente fue así como nació en Venezuela la —otrora— cotidiana alocución: ¡Los aparatos de Stefaneli son muy feos! Pero no hay otros que funcionen. El Doctor Armando Stefaneli (q. e. p. d.) no tuvo formación como técnico pero conocía bien el «logos» y el «bios» de dicha técnica como elementos determinantes en el resultado clínico exitoso de sus colegas, a quienes les proveía ocasionalmente aparatologías elaboradas por él mismo. El doctor Alberto Herrera Gil (conductor del programa radial venezolano “Tu consultorio online”) cuenta que dicha expresión nace veinte años atrás en labios de su colega, el funcionalista, Carlos Campos.
· Los párrafos de sobra, a manera de síntesis
¡El aparato no es importante. Solo la investigación clínica lo es! Quizá exclamaciones como esta han dado lugar a que hoy una auxiliar de consultorio —sin otra formación— sola, en la cocina de su vivienda, construya aparatos para prestigiosos clínicos de su localidad: ¿métodos experimentales? ¿Quién forma a las personas que construyen aparatos? ¿Qué papel ha tomado la cátedra odontológica frente a ello? ¿Qué tanta formación o capacidad ha obtenido el clínico para la dirección del técnico al momento de la construcción de sus aparatos? ¿Quiénes serían un biotecnólogo y un biofísico en ortopedia maxilar? Preguntas como estas pueden inquirir que quizá olvidamos que en la construcción de cada aparato asoman al cerebro de su constructor gran cantidad de decisiones clínicas a tomar. Decisiones que ni un técnico, que en otro momento haya completado su formación académica en odontología podría, tomar sin las ayudas diagnósticas que le permitan hacerlo. Requeriría, además, el futuro croquis del plan de trabajo profesional. Esto es, la secuencia ordenada que se dará al tratamiento.
Pero, en las escuelas de técnicos el importante clínico —de alta trayectoria—- operador de aparatos (¡y verdadero conocedor de su técnica constructiva!) no tiene cabida económica como profesor. Tampoco en él, o en la institución técnica, existe disposición para su vinculación como formador del técnico, al momento de la toma de decisiones clínicas. Así, sólo la capacitación en habilidad y destreza manual está al día para el estudiante de laboratorio dental, presto a recibirse como técnico, …no como biotecnólogo. Dicha formación estará a cargo de algunos técnicos cuya capacidad operaría no logro rentar en el mercado; la academia (el plan B) se hizo más lucrativa para ellos. Así, las decisiones clínicas al momento de la construcción de un aparato siguen siendo resueltas bajo una visión absolutamente técnica y, en consecuencia, económica (precio miserable, tratamiento miserable, resultado…).
La tecnología y la biotecnología —el «logos» y el «bios»— (la ciencia) aún no se hacen presentes en la construcción del método científico, con el cual los clínicos operadores de aparatos removibles logran sus resultados: …aterrizarán su amplia formación académica en aquello que en la actualidad llamamos, orgullosamente, Odontología Basada en Evidencia OBE: «Evidencia Científica», base de las decisiones clínicas, parafraseando a DaVinci, debo escribir: aquéllos que practican sin la ciencia están como marineros en aguas confusas. Navegan sin compás, no tienen idea de su destino. La práctica clínica debe ser basada en la certidumbre que ha brindado la investigación científica.
Así, los cotidianos fracasos de las disciplinas odontológicas que se realizan mediante aparatologías removibles se deben más a la poca importancia dada a su metódica, que a sus importantes investigaciones metodológicas. Sus desatinos habitan en su talón, no en su cabeza. Sus mezquinos comentarios surgen desde los resultados por mala praxis mecánica. No por falta de investigación. Tampoco por intereses perniciosos o comerciales de otras terapéuticas que, obviamente, se sorprenden con algunos de sus adversos resultados. Deben ya, pasar a segundo plano profesores y conferencistas que pregonan que el aparato no es importante, llegando al punto de vanagloriarse ante su auditorio —sin ninguna vergüenza— de su ignorancia en temas científicos e, inclusive, autodenominarse antitécnicos: solo especialistas.
[…]. Debe la investigación universal tomar conciencia de esto. Conviene instaurar dentro de las facultades de odontología (o escuelas de ingeniería) estamentos capaces de suplir la urgente necesidad de las especialidades que trabajan con aparatologías removibles. …Se hace hoy necesario llenar de conocimiento el camino baldío (físico) que ha existido entre lo meramente técnico y lo absolutamente clínico —biológico— cuando de buscar resultados clínicos exitosos se trata. Corresponde ya a la academia formar un especialista —no técnico, no clínico— pero conocedor a plenitud de ambos campos del saber. ¿Un Biofísico? Debemos ya entender que «no es igual técnica que tecnología», que «no es igual tecnología que biotecnología». Son estos, apenas, importantes peldaños en la búsqueda —o reconocimiento— de una tecnociencia capaz de confrontar el diagnóstico a partir de metodologías y métodos veraces. Y si un perfecto y multivectorial método funciona o no, será este un elemento justiciero para el juzgamiento de la evidencia o falsación clínica: será un método científico; de repente, solo un «modo experimental».
El problema se ha tornado complejo. En algunos lugares del mundo, importantes grupos académicos han intentado trabajar con placas o activadores sin prestar atención a la construcción del aparato y a su meticuloso manejo clínico. Usan, durante años, aparatologías construidas “a razón de simple técnica” que no ofrecen siquiera la posibilidad de cualquier manejo clínico por parte de su operador. Tiempo después, luego de espinosos descalabros, cansados de ver que “su aparatología” no responde, no solo optan por abandonarla, sino que además pregonan a los cuatro vientos que la aparatología removible no funciona de la misma manera como lo aseguran la literatura y la academia. O peor aún, que el discurso académico y la investigación son mentirosos. Tampoco ha faltado quienes nunca se percataron de que su “aparatología” jamás funcionó, …y siguen utilizándola; ellos aseguran —de antemano— que luego deberá el paciente terminar su tratamiento con brackets (igual como ocurriría si ellos no hubiesen actuado). Adentrados en tal discurso, ya hoy se hace imposible disuadirlos.
No han dado importancia al aparato, por ende, nunca lo han tenido para manejarlo. Conocen su metodología clínica, en la cual la literatura clínica ha sido exuberante —de repente ambigua— y esperaron con ello el resultado clínico exitoso, que en definitiva no se hace presente. Así, al no ver aparecer resultados, abandonaron su empeño, optaron por no usarla más —o cambiar de terapéutica—. Pero el manejo clínico de placas activas es el comienzo obligatorio de la formación integral, y el enfoque «multidimensional» del clínico en la conquista de las alteraciones máxilo-mandibulares infantiles. Que no sólo son dentales; son también esqueléticas: concomitan. Mediante su manejo ideal se entenderá, luego, el concepto «funcionalismo»: el ponderador de forma y función. Se aprenderá así a redireccionar un desarrollo maxilodental: ¡Saber, Prever, Actuar! Tal vez aquí se haga menester apropiarme de las palabras de la doctora Simoes: “No puede un clínico que no domine a plenitud profesional la construcción de aparatologías, ni ordenar, ni manejar, los aparatos de dicha terapéutica”.
El enfoque universal para la formación cultural del estomatólogo debe modificarse a la luz de una verdadera cultura científica. Debe forjarse «pluralista». Atañe a la academia transformar el misticismo científico de la profesión y promover lo efectivamente científico —fáctico—. No es igual «formación» que «información» aun cuando todavía los sistemas de educación e inclusive personas cultas confundan los dos conceptos. Savater lo explica muy bien: “el conocimiento es la reflexión sobre la información, es la capacidad de discernir, de jerarquizar, de ordenar, de maximizar, la información que se ha conseguido”. Es esto, «formación» del intelecto; tal vez, lo único capaz de confrontar nuestras creencias dogmáticas.
El ortopedista maxilar debe tener una formación integral en la cual la ciencia ocupe un papel importante. Y no caminar en el error —muy común— de criticar a la ortodoncia correctiva (brackets) por poseer alto contenido físico-mecánico (científico), creyendo ingenuamente que para el manejo de las aparatologías removibles no se hace necesario dicho saber. No solo a base de amplia «in-formación» neurofisiológica (astral) se logra el buen resultado clínico, hace falta —también— el razonamiento analítico secuencial, la capacidad (formable) físico-mecánica del cerebro humano, la única capaz de crear estímulos ideales, mediante la invención de un prolijo juego de vectores y derivadas, única esencia del estímulo.
Conviene ahora recordar la definición coloquial del vocablo dogmatismo: presunción de quienes tienen sus métodos por ciertos e irrefutables, hasta el extremo de considerar que no pueden ser siquiera examinados críticamente o puestos en tela de juicio. Sus adeptos —de manera ingenua— creen estar en posesión de una verdad sobre la que no cabe la menor duda: inconcusa.
El que enseña a aprender, Ese es el Método: el primero que debe conocerse
Carlos Barberi
Medellín, Colombia, 10/2007
Teléfono, (574) 263 97 57 celular, (57) (315) 823 56 37
Referencias
A lo largo de este trabajo he citado alguna bibliografía utilizada. Aquí me limito a mencionar algunas obras que considero imprescindibles de ser consultadas para comprender mejor lo aquí expuesto o iniciar cualquier investigación sobre este tema. Es solo la literatura que revisé al momento de la realización de este trabajo. El DRAE —que no relaciono a continuación— ha sido la obra más consultada para la realización de este trabajo.
1. Atkins P. W. La segunda ley… (la entropía); 1984. (Biblioteca Scientific American), Barcelona, 1992.
2. Barberi C. De la mecánica clásica a la biomecánica… 2006. Tomado de la red, 10/2006: www.medicohomepage.com.
3. Barberi C. ¿Qué es ortopedia funcional? 2004. Tomado de la red, 10/2006: www.medicohomepage.com.
4. Barberi C. Odontología basada en la evidencia. 2006. Tomado de la red, 10/2006: www.medicohomepage.com/articulo-odontolog.php#Barberi3
5. Barberi J. I. Manual de higiene y medicina infantil. Imprenta Eléctrica, Segunda edición, Bogotá 1905.
6. Bunge M. La ciencia, su método y su filosofía. 1959. Editorial Panamericana, Bogotá, 1996.
7. Descartes R. El discurso del método. 1637. Edicomunicación, Barcelona, 1998.
8. Ibarbo J. Incertidumbre y objetividad en el conocimiento. 2003. Todográficas Ltda., Medellín, 2003.
9. Kédrov y Spirikin. La ciencia. 1967. Editorial Nauta, Moscú, 1967.
10. Mardoñones y Ursua: Filosofía de las ciencias humanas y sociales. 1982. Ediciones Coyoacán, México, 2001.
11. Morin E. El método. 1977. Ediciones Cátedra, Madrid, 2001.
12. Popper K. Conjeturas y refutaciones. 1963. Editorial Paidós: Barcelona.
13. Popper K. La sociedad abierta y sus enemigos. 1957. Editorial Paidós, Buenos Aires.
14. Popper K. Sociedad abierta, universo abierto. 1980. Editorial Tecnos, Madrid, 2002.
15. Popper K. Tolerancia y responsabilidad intelectual. 1982. Editorial Tecnos, Madrid, 2002.
16. Popper y Lorenz. El porvenir está abierto. 1984. (Metatemas 28). Turquets Editores, Barcelona, 1992.
17. Schrodinger E. Ciencia y humanismo. 1951. (Metatemas 10). Turquets Editores, Barcelona, 1998.
18. Schrodinger E. ¿Qué es la vida? 1944. (Metatemas 1). Turquets Editores, Barcelona, 2001.
19. Vogel S. Ancas y palancas. Mecánica natural y mecánica humana. 1998. (Metatemas 63).
El dualismo es un sistema contrapuesto al monismo, por ello predica la existencia en el universo de dos sustancias primarias. La generalización del dualismo da lugar al pluralismo, el cual sostiene que las sustancias primarias o básicas —de todo— son múltiples. “Si encuentro a alguien capaz de ver las cosas en su unidad y en su multiplicidad, ese es el hombre que yo busco como a un Dios”. —Platón (Fedro). Un vector es una acción proyectiva que tiene cualidad e intensidad variables, en esta, además de la cuantía, hay que considerar el punto de aplicación, la dirección y el sentido. Toda aplicación de fuerza es un vector. Todo estimulo, es en su origen: un vector. Wittgenstein —en su Tractatus— delimita el uso del lenguaje a un elemento adecuado sólo a la descripción de lo fáctico. Con ello busca liberar nuestro pensamiento de las confusiones debidas al mal uso del lenguaje —aquello que da lugar a nuestros cotidianos malentendidos—. Para Wittgenstein no existe otra exégesis de «método» que vaya más allá del sentido metafórico: método es «camino» a la meta, nada más.
Las placas activas, aunque también promueven el cambio de relación «maxila-mandíbula», básicamente buscan cambiar el tamaño de las arcadas y alinear sus dientes. De manera distinta, los aparatos funcionales, aunque además hacen tamaño de los maxilares; primordialmente relacionan las arcadas dentales en una nueva relación, cómoda y estable, nacida desde la rearmonización muscular que resembran.